"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


20 de febrero de 2011

¿Hay literatura cubana después de la revolución?



Por Orlando Luis Pardo Lazo

¿HAY LITERATURA CUBANA después de la Revolución? La respuesta es superflua. Tan trivial que no es necesario poner por escrito el monosílabo que la contesta. Tan equívoca que ya da igual.
¿Hay Literatura después de la Revolución Cubana? A estas alturas del siglo XX (un siglo que nunca terminó del todo en la Isla), hay preguntas que un cubano no perdería su tiempo en preguntar. Se trata de un cuestionamiento académico relacionado no tanto con Literatura o Revolución, sino con cierta Arqueología Cultural hecha desde el Primer Mundo.


Para el pueblo cubano, el futuro es foul. El pasado se fosilizó hace mucho. Por eso nos parapetamos en la paz póstuma de un presente precario, pero perenne. Por eso cualquier destino nacional se asume a priori como un desatino. Por eso la Historia es Hoy. Se llama intuición. O instinto. O imbecilidad.
¿Hay Literatura? ¿Cubana? ¿Después de? ¿La Revolución? Preguntas que son como huecos negros de los que no podría manar entendimiento ninguno. El consenso se corrompió. Nadie en Cuba le daría crédito a semejante interrogatorio, a menos que sea la policía política quien lo imponga (de hecho, el diálogo de los escritores cubanos ya sólo le interesa a los órganos de seguridad).
Igual son preguntas que flotan a la deriva, como astillas de una isla imaginaria que zozobra en un archipiélago autista: silencio sobreentendido, sobreextendido, sobrecogedor. Palabras de corcho, sin peso: señales de humo, helio sin el menor halo épico de heroicidad. Lágrimas no en la lluvia, sino técnica-mente en las ruinas.
¿Hay Literatura? ¿Después de? ¿La Revolución? ¿Cubana? Preguntas que son el eco sordo de otras preguntas más peligrosas, de otras dudas legítimas que nuestro Campo Literario ilegalizó, de otras cobardías a la espera, de una sumisión ante el poder que ha durado demasiadas décadas en su decadencia.
hay…?Preguntas que son como garfios de interrogación, alambres de púa para perforar nuestra memoria entre la culpa y la complicidad. Por eso a la hora de la creación los cubanos apuestan por la Amnesia antes que por la Omnisciencia. Ser dioses aún se castiga como el peor delito local (y locuaz).
Literatura versus Revolución: cortocircuito que a las nuevas generaciones no les interesa explorar (mucho menos explotar). Piensan que es pasto para oportunistas. Piensan que son obsesiones obsoletas, ideología de idiotas, pugilato patriotero de sus progenitores que a ellos ya no les causa dolor (ni siquiera indolencia). Prefieren experimentar a ciegas con la Cuba concreta, antes que interpretar una sola tesis de Cubanología Científica. Desconfían de todo mago o maestro (hasta Fidel Castro funciona como ficción). Leen menos, pero deliran más. El Hedonismo ocupa el antiguo pedestal del Héroe. Y, como el conocimiento cansa y condena en este país, la apatía es hoy el discurso más democrático, sea inverosímil o sea verdad, relativizando cualquier retórica. El vocabulario del Campo Literario cubano se vició de demagogia y se vació de sentido: limbo lingüístico de unos literatos esterilizados por su propio estilo. Revolución versus Literatura: las nuevas subjetividades son más dóciles, pero también más independientes que nunca de la Institución. La atomización, e incluso la insolidaridad, borraron letra a letra el monolito disciplinario de los realismos (esa plaga endémica, pegajosa al punto de lo epidémico). Si la traqueotomía gratuita del Estado Absoluto les impide aún hablar, los creadores cubanos entonces simplemente habitan. La hipocresía es literaria y literalmente un género de moda por el momento. Entre otras ventajas, mentir por escrito nos permite, por ejemplo, evadir el maniqueísmo criminal de cualquier monosílabo.
La crisis general del socialismo fue una bocanada de aire fresco para la sociedad cubana. A partir de 1990, junto con la miseria atroz y una justicia populista tan despótica como en los primeros años de la Revolución, se instauró paradójicamente en Cuba un clima de libertad. O tal vez fuera sólo un anticlímax. Quedamos desnudos a la intemperie, momias museables para el turismo de sexo o intelectual (o ambos), cadáveres exquisitos en el basurero de las utopías: de súbito todas tupidas, entre un mundo decrépitamente democrático y el dictador filantrópico más antiguo de la Historia Universal (antes que Líder Máximo, Fidel Castro actúa como una suerte de Omnímodo Autor). Pero la Literatura Cubana no se atrevió a aprovechar con saña aquella ocasión. Le faltó la profesionalidad de un asesino en serie. Estadísticamente, careció de juego y cinismo, le sobraba su sentido de la solemnidad. No fue lo suficientemente artera para traicionar a la tradición, mucho menos para finiquitar la imagen pixelada de una Revolución finisecular, a medio camino entre lo fúnebre y lo fundamentalista.Como a sus autores les dio pena pecar de oportunistas, la Literatura Cubana pagó entonces el precio de convertirse en pacata, mientras más contestataria más panfletaria. Los tópicos típicos cauterizaron nuestro imaginario. En términos estéticos, la escritura se esterilizó: quiso servirle de espejo a la rala realidad y olvidó que el arte no es tanto experiencia límite sino experimentación, no tanto catarsis sino catástrofe conceptual (a exceso de contexto, los literatos cubanos olvidamos que sin terrorismo del texto no hay vanguardia que sobreviva).
Y así, mientras cada libro de éxito se atragantaba con el descubrimiento de un mercado editorial global, ninguno de sus autores se preocupó nunca por crear a un público menos provinciano para el día después de… El campo literario cubano se suicidó al triunfar fuera de Cuba y ni siquiera hoy se entera: nuestro camping literárido padece de analfabetismo para leer el futuro. Fue justo por esos años noventa que perdimos la última oportunidad de fundar un siglo XXI posmodernamente posnacional. hay literatura cubana después de la revolución?
Existen, por supuesto, restos de cierta resistencia underground. Hay electrones libres que insisten en escapar al enrejado cristalino del metal ministerial. En cada generación retoña la pulsión deconstructiva en un número ínfimo de creadores: masa crítica de la nada cubana que dinamiza o dinamita la insulsa escritura insular. Se trata de esa tradición reaccionaria del autor ególatra que primero se aparta de su colectivo, después rehúsa premios y aplausos y militancias y cargos en el gremio, hasta que un día sin saber cómo le dice a la Revolución Cubana desde adentro: No… Quijotescos sin quórum, esos delirantes (más que disidentes) serían hoy el nuevo Ejército Rebelde, tropita de forajidos que ejercitan la crítica como complot: desconocidos hasta para ellos mismos, navegan contra la corriente del consenso cubano hasta que, más temprano que tarde, sus proyectos naufragan en una especie de soledad socialipsista. Y ese fracaso los hace únicos en medio del cementerio semántico que es la Literatura considerada sinónimo de Revolución. La internet, aunque padezca de un penoso apartheid para los ciudadanos nacionales, ha sido una de las vías para burlar el abuso absolutista de las instituciones inquisitoriales cubanas. La bloguiteratura, por ejemplo, es una fuga a nuestro paternalismo patrio de vigilancia y castigo (las teorías de Foucault aplicadas a rajatabla por la tiranía de Fidel). Este fenómeno virtual, acaso inspirado en la revistería ilegal impresa en Cuba a pesar de constituir un delito —Diáspora(s) fue su exponente de mayor impacto, con ocho números de circulación clandestina entre 1997 y 2002—, en los años dos mil se fue perfilando en los poetas y narradores de la alguna vez llamada Generación Año Cero.
Esta guerrilla sintáctica se apropió primero del correo electrónico para la diseminación de sus documentos, gracias a esa red digital con grilletes que son las cuentas con acceso restringido sólo a las páginas .cu: “intranet”, es el eufemismo usado por el establishment estatal. Después, comenzaron a aparecer las páginas de los e-zines concebidos para piratear textos y autores ignorados dentro de la Isla: Cacharro(s), 33 y un tercio, Desliz, The Revolution Evening Post, entre otros disparos (o disparates) al corazón decrépito de la censura. Y, finalmente, burlando las fronteras feudales de la Guerra Fría, sobrevino la apoteosis apocalíptica de postear en blogs personales, que van desde la política hasta la pornografía: arco iris de 1959 colores tras el aguacero uniformemente verde olivo de la Revolución Cubana.
Cada espacio alternativo brilla y se apaga como una estrella fugaz, a veces falaz. Cada iniciativa escritural deja una cicatriz en la piel paranoica del relato oficial (una psicatriz en la máscara de carnaval que se nos hizo carne de tanto usarla para no dar la cara). Cada conspiración contra el canon cubano tantea perspectivas antes impensables en nuestra Literatura. Pero cada represión por resolución refuerza al maleficio materialista de que la Esperanza es aquí el sinónimo más sincero de Enfermedad.
Cuando todo haya pasado y el miedo sea una mediocridad intrascendente para la intelectualidad cubana. Cuando la oratoria mesiánica tenga sólo un efecto caricaturesco para el pueblo reconcentrado en la plaza pública. Cuando los dinosaurios de la dignidad no hagan gárgaras de demagogia paleolítica para exportar su evangelio al planeta. Cuando Cuba deje de ser una excepción exquisita para subsumirse en el mismo miasma sub-capitalista del resto del continente (restos volcánicos de aquella revolución latinoamericana soñada por nuestro Guionista en Jefe). Cuando Fidel Castro sea sin traumas el personaje de un best-seller biográfico de corte pop o el prodigio triple-X de una serie televisiva de clase Z filmada en La Habana.html. Cuando su haiku anti-humanista de “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada” se estudie como una curiosidad apenas antropológica. Cuando narrar en Cuba equivalga a narrar en Córcega o en Madagascar o en Islas Galápagos, sin complejos tercermundistas ni narcisismos anti-imperialistas ni Síndrome socialista de Estocolmo. Cuando la Literatura Cubana pierda sus mayúsculas mayéuticas en el jueguito lúcido y loco de la libertad. Cuando la Doctrina no predomine sobre el Deleite. Cuando la Fidelidad se valore menos que la Forma. Cuando el Estado no subvencione a la Imaginación como técnica tétrica de inmovilizarla. Cuando los autores cubanos dejen de ser autistas pronunciando hasta el hastío ese AOM mágico del siglo XX: Revolución… Entonces, y sólo entonces, tal vez valdrá la pena perder el tiempo en ciertas preguntas punzantes cuyas respuestas hoy en Cuba serían superfluas. Tan triviales que ya no es necesario poner por escrito los monosílabos que las contestan. Tan equívocas que ahora mismo a todos sus protagonistas agónicos nos da igual. Cubansummatum est!

1 comentario:

  1. Teniendo algún amigo en común quiero señalarte que también dispongo de un blog, donde poco a poco voy publicando el origen de todos los apellidos.
    Un cordial saldo de tu amigo hispano

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.