"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


3 de febrero de 2013

Nicho fenómeno-lógico, de Eduardo Fernández Fernández

NICHO FENÓMENO-LÓGICO

Hay algo más
que los eslóganes que vomitan el edén en las pantallas
y las flores diamantinas
que edulcoran las tiaras sanguinolentas
de tantas monarquías,
magros afeites de hedores seculares
al mejor estilo de boutique,
arte de embalsamar con perfume francés.

Ese algo no neonato
sino infinitesimal,
gotea como chispas saltarinas
desde besos que se tejen
en este derrame de servidores,
ubicuo refugio de lamidos silentes,
ensartados como bruñidas cuentas
en el haz de siete husos horarios
y distienden luenga la cama,
con ese desparpajo primigenio
de seres expertos en imantarse,
sin las patentes de corso
de “sacros reverendos”,
ni sotanas pútridas
ya encartonadas
por la esperma inciensal
de dos milenios.

Señor, eres nuestro testigo,
en tu humanidad
viril y crepitante
bajo el efluvio de Magdalena.
El único ungido
por la gracia de verbo y acto
para pergeñar el más ancestral veredicto
sobre esta comunidad,
tan hierática y herética
como las compuertas de acero
que solían sellar los silos nucleares,
como la prueba del sol de veinte siglos
en las grutas del Kumrán,
como dos lenguas entrelazadas
en batallas de amor,
zarpantes y en esotérica fusión
entre hembra celta con nombre bíblico
y varón sediento de retornos a estirpe
de huracanes y guillotinas.

No importa ni onza de eufemismo,
si hemos excavado la gruta temporal
al mejor estilo minero
de las fenomenologías.

Ella sumerge con gravidez de ojos de lago
al eremita quijotesco,
guerrero de humanas blasfemias
y ciudadelas a contracorriente.

¡Despojadnos, Señor, de todo sacrificio
en aras del becerro oropelado
con tintes de heces
contantes y sonantes!

La única inmortalidad nata
es la finitamente mortal,
como tu siempre trunco
peregrinar por Galilea.

Señor,
sin mercarnos como ropavejeros,
ni nigromantes que ovillan las leyes,
ni onanistas hipócritas de sectas,
nos presentamos ante ti,
en total vitralidad de osamentas,
desollados con el pudor cálido
de anatomías que exudan vida,
para sacramentar
frente al abismo global
que preconizan las hordas de la muerte,
neo-jinetes en multitud del Apocalipsis,
la fuerza amalgamante
y el grito brutal
de la pulsión del Eros.

No somos barbotinas de caolín,
ni relicarios,
ni acupunturas indoloras.
Somos los peregrinos
del reino que edifica,
en lábil burbuja existencial,
las magias de Gaia.

¡En el vientre del amor,
todo el poder de convocar
efímera sea la gloria,
Señor!


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 2 de febrero de 2013

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.