"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


15 de mayo de 2013

Tamoanchan, de Noe Fajardo Pérez


TAMOANCHAN

Nacieron en un lugar ideal entre muchos amigos a los que todos los días les llegaba un calor reconfortante, tenían una tierra muy rica con agua que no les faltaba.

En los días calurosos el sol no les abrazaba directamente y en las lluvias las gotas o granizo no les dañaba, estaban protegidos, decían ellos en aquel paraíso. Pensaban que con esas condiciones muy pronto serían árboles grandes y frondosos, soñaban con crecer mucho y estar algún día llenos de nidos y tener como compañía los trinos de los pájaros. Pero sobretodo pensaban que los hombres los cuidarían siempre como rezaba la historia en que hombre-árbol era un vínculo esencial de la vida. Entre ellos se contaba una historia que era por todos bien sabida… Ellos procedían del Tamoanchan “El lugar donde los árboles producen flores,  frutos y madera”. Eran sus padres el aire, la tierra, el sol y el agua. Su espacio eran los cerros y cuando el hombre irrumpía ese espacio sagrado se pedía permiso para ingresar en él.
Pero muy pronto sus sueños se fueron desvaneciendo, después de dos navidades felices.., en la tercera vieron cómo se llevaban a muchos de sus compañeros. Los llenaban de luces y pesados adornos. Las luces los iban secando poco a poco hasta que morían. Los más afortunados eran sembrados y si las luces no los secaban, lograban sobrevivir.
Otros eran llevados al centro de la ciudad y los plantaban en los camellones como futuro pulmón de la capital, esos vivían un poco más, pero cuando crecían y se ensanchaban el cuadrito de cemento en que vivían desaparecía y por falta de agua morían irremediablemente por falta de agua.
Así pasó aquel invierno milagrosamente, y a pesar que sobrevivió pensaba en qué momento se perdió esa armonía y esa relación de respeto entre los hombres y la madre tierra.

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.